miércoles, 16 de octubre de 2013

Otra vida

Hace unos pocos días me crucé con mi vecina Aila en el ascensor y me acordé de cuando la conocí. No se bien por qué, tenía el recuerdo totalmente olvidado pero al verla lo recordé.

Yo debía tener 10 u 11 años cuando una tarde Aila y sus padres aparecieron en casa, mientras nuestros padres hablaban en el salón ella vino conmigo a mi cuarto. Me habían regalado la Play 1 hacía poco por la comunión y ella al verla me contó que también la tenía, y que tenía el Crash y un montón de juegos, que podría dejarme alguno cuando quisiera o quedar alguna tarde para jugar.
Yo estaba totalmente encantado, he de decir que Aila es una chica muy guapa y además recuerdo que muy simpática.
Al día siguiente fui por la tarde corriendo a su puerta, llamé al timbre y esperé, pero no había nadie. Cuando volví a casa mi madre me dijo: "no hijo, si aún no se han mudado, se instalarán en unos meses". Recuerdo entristecerme un poco, pero cuando llegó, meses después, se me debía haber olvidado porque nunca más volví a llamar a esa puerta, ni ella a la mía.
Yo nunca tuve amigas de niño, siempre estaba rodeado de chicos y hoy día mi grupo de amigos de toda la vida son todo chicos. Es más, reconozco que siempre me impusieron un poco las chicas hasta los 16 o 17 años. En días como hoy no puedo evitar pensar como hubiera sido mi vida con una buena amiga con la que divertirme desde pequeño, en ese momento el año más de Aila se me hacía un poco insalvable, pero tampoco era así para nada.
Hasta cuando tuve un grupo mixto con 13 años iba más con los chicos y tenía una relación mas superficial con las chicas. Hay tantos Y sis en la vida que a veces da un poco de vértigo, en este momento no es vértigo lo que siento.
La próxima vez que me cruce con Aila en el ascensor, si ninguno de los dos tenemos prisa quizá me anime y le cuente esta historia, saber si lo recuerda y saber qué ha sido de su vida, cual ha sido su camino, cómo de lejos estuvo del mío, no se.
En días como hoy me siento en paz con todo y con todos y solo quiero reconciliarme con el mundo. Me gustaría atreverme a coger el teléfono y reconciliarme con antiguas amigas que dejaron de serlo, con novias que se quedaron en el camino y quizá lo haga. Sino siempre quedarán los poemas que acompañaron el recorrido y un ramo de "y sis" que se extienden como un prado, como un manto infinito a los lados del camino.
Otras vidas que se alejan y se entrelazan y estremecen el corazón y los sentidos. Que rozan el alma y a veces dan mucho miedo. Es un prado que se debe mirar de reojo, no directamente para no perder el norte y perderse uno en ese limbo de quizases.

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