sábado, 5 de abril de 2014

Estados de ánimo

Llevo unos días, unas semanas que lo noto. Noto como se va haciendo fuerte esa sensación pasada. Ese vivir tan familiar de reflexión, quietud, calma y evolución. Es cierto que estoy menos animado, que mente y corazón forman comunión con el propio cuerpo y alma y soy más ajeno a lo exterior. No soy capaz de hablar con algunas chicas, con alguna gente con la atención que se merecen… pero que bien estoy así. Abrazo a este estado como un viejo amigo que vuelve y que en el corazón nunca se fue con Mogwai de fondo.

Los proyectos dejan de estar apartados en el polvoroso rincón del después en mi mente y vuelven al frente. Collage de imágenes en el tablón de mi cuarto, discos en el reproductor, cuadros y teatro…
Los libros nuevos en la mesilla intercalados con los de clase abren una esperanzadora vía de conocimiento y en medio de todo ese torbellino aprieto más fuertemente las riendas de mi día a día.
Hay tiempos más felices, más maniacos donde soy más extrovertido, ligo más y hago todo lo que la juventud espera de mí. Aun así en estos momentos es donde me siento como en casa, los ratos libres solo quiero compartirlos con los buenos amigos, antiguos y nuevos. Muchos otros ratos también solo conmigo, como ahora.

La vuelta a la escritura como una respuesta a un ciclo, un homenaje a una revolución que surge del pecho, vibrando fibras que llegan a mente y manos y produciendo esta catarsis.

Siento no tener tiempo para chicas, salvo para enamorarme. Uno de esos amores de biblioteca o bar que suceden en momentos como este. Me explico, tiempo para pulsiones que surgen de adentro, que empujan, que llenan de mudez y congoja y obligan, exigen tratar de emocionar a esa chica. No soy capaz de dedicarme a nada que salgo de mí, que salga de mi narcisismo o del atractivo de una chica, en estos momentos todo sucede más puro.

Comienzan los: “te veo serio”, “estas rallado”, “te empanas” o un simple “eoo”. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario